La vida del PRI después de perder la presidencia ha sido un proceso de adaptación a los cambios políticos y de transición y búsqueda de grupos de poder que pudieran suplir la inexistencia de un liderazgo partidista como era el presidente de la República, entiéndase los gobernadores. Esto es válido en términos políticos, para buscar consensos acerca de las agendas legislativas, entre otras cosas. El problema que sirve de motivación a esta columna es que la dirigencia actual del PRI ha permitido que los gobernadores —erigidos como ya estaban, en un grupo poderoso que sustituyó al presidente de la República— eligieran a los candidatos a sucederlos. Esto plantea un problema por las siguientes razones. Primero, la antes acostumbrada ausencia de democracia en las elecciones priistas ha regresado. Segundo, los gobernadores salientes pueden y de hecho lo harán, convertirse en un grupo de presión enquistado en la estructura del partido que no permitirá la actuación a plenitud de un eventual presidente de México priista que llegue en 2012. Finalmente, el triunfo que la mayoría de los gobernadores priistas está tratando de asegurar en este momento para sus precandidatos “únicos” no irá encaminado más que a prolongar la influencia y la injerencia de estas figuras políticas en la vida de las entidades en las que gobiernan ahora y en las que gobernarán sus delfines en el futuro. No es demeritar la calidad de los candidatos decir que son hechura e influencia de los gobernadores que los colocaron, es simplemente honrar la verdad. Casos como el de Jesús Vizcarra en Sinaloa, Javier Duarte de Ochoa en Veracruz y Javier López Zavala en Puebla no hacen más que dar la razón al planteamiento. Individuos de nula experiencia en la administración pública, de bajo perfil, de cercanía absoluta con el gobernador en turno hacen pensar pues que reproducirán la influencia política de quien los señaló como candidatos.
Insisto, esto implica un grave problema para la estabilidad del PRI que, en palabras de su dirigente, retornará a la presidencia en 2012. No es posible entonces decir que la situación de ese momento entre un bloque de gobernadores que además tendrá sumados a los ex gobernadores aún poderosos y la presidencia de la República vaya a ser de lo más tersa, primeramente porque la manera de funcionar de un régimen como el priista hace suponer que la figura presidencial se volverá a imponer como el último elector; y segundo, porque es de suponer dadas las reglas del juego que ya conocemos después de siete décadas de funcionamiento, que para que el presidente se vuelva a imponer como elector en su partido, habrá que descabezar a los gobernadores como bloque, es decir, el próximo presidente si es que es priista deberá lidiar con un poder que el mismo partido alentó, tal como Oliverotto da Fermo.
Por otro lado, la dirigencia nacional del PRI al permitir que los gobernadores se reproduzcan en sus entidades con candidatos y consecuentemente con gobernadores afines está dejando de lado la democracia en los procesos internos, la imparcialidad y está explotando políticamente una rentabilidad electoral de la que no está seguro el partido y que sólo averiguará si tiene o no después de las elecciones de este año. Ojalá que la respuesta sea afirmativa, porque de lo contrario es previsible un período de reflexión que será una señal de que el PRI aprendió la lección y aprendió que sí es más fácil construir a un inepto que encontrar un inteligente, pero que a veces lanzar inteligentes cuesta menos que candidatear ineptos.
De Jamaica, de Chía y de Horchata.
En Hidalgo las cosas cada vez se ponen peor, la precandidata Xóchitl Gálvez se apersonó en las instalaciones de la televisora local, en un programa que presuntamente es de producción independiente y que paga su transmisión para que le hicieran una entrevista que la díscola conductora declinó hacer, así que la señora Gálvez tuvo que improvisar un monólogo. Pantalones de mujer.
En el PRI José A. Rojo García de Alba se registró junto con el pretendiente a la candidatura “de unidad” (vaya que si amenazan con ese término) José Francisco Olvera. Dicen que se buscará que sólo sea uno el precandidato, francamente está difícil para don Paco Olvera, dado el apellido de don José Antonio (nieto de don Javier Rojo e hijo de don Jorge Rojo). Omar Fayad Meneses y su antaño guapa esposa Victoria Ruffo han brillado por su ausencia, tal parece que no les interesa dar el Grito de Independencia en el Palacio de Gobierno de Pachuca (ya lo han dado, pero en el municipal). Lo diré de chía, pero en una de esas es de horchata… o de jamaica.
Jaime H. Colorado.
Abril 6, 2010.
2 Comentarios:
Sin duda la candidatura de unidad en el PRI que hoy logró Francisco Olvera en Hidalgo es muestra de dos cosas, o que el señor Rojo García de Alba no honró a su apellido o que lo honró de más y sacó una buena rebanada del pastel hidalguense.
Muy interesante y precisa es la manera en que se describe el proceso de construcción de poder político en los estados. En ese sentido, vale decir que ya Zedillo experimentó la hipotética situación que podría darse en caso de que el PRI recuperase la Presidencia en 2012 (espero estemos a tiempo de evitarlo). Recordemos por ejemplo el caso de Madrazo. Sin embargo, quizá con Zedillo el poder de los gobernadores aún no llegaba a su cénit, como hoy. Esto plantea, sin duda, un problema para el PRI, como también se señala acertadamente en la columna. ¿En realidad estaría dispuesto un Presidente priista a descabezar los múltiples liderazgos locales? En caso de ser así, ¿lo conseguiría? Difícil saberlo. La respuesta estaría dada en gran medida por los acuerdos electorales pactados con dichos gobrnadores. Su apoyo sería trascendental para un triunfo del PRI. Eso, claro está, si el candidato triunfador no resultase un "nuevo Salinas", con enorme vocación autoritaria y una capacidad notable para concentrar el poder y descabezar gobernadores.
Otro asunto que me viene a la cabeza cuando se habla del regreso del "dedazo" en los estados es: ¿acaso alguna vez hubo democracia en las elecciones internas del PRI? Si alguien la vio, por favor que me avise.
Respecto a los candidatos "delfines" designados por el Gobernador en turno, como en los casos actuales de Sinaloa, Durango, Oaxaca o Veracruz, llama la atención un aspecto común: en todos esos estados, el principal candidato opositor -apoyado por la benevolente alianza entre el PAN y el PRD, a la que se adhieren fuerzas minoritarias con complejo de inferioridad (por aquello de que parecen concebirse a sí mismas como predestinadas para ocupar posiciones marginales por siempre dado el nulo trabajo político que realizan y la frecuente incongruencia con la que actúan) como el PT o Convergencia- es, lejos de un connotado luchador social y digno representante de las fuerzas que lo apoyan, un priista resentido en mayor o menor medida. Así pasa con Malova, Rosas Aispuro, Dante Delgado o Eviel Rosas.
La situación antes descrita tiene un punto: gane o pierda el PRI en las diferentes elecciones para Gobernador de este año, el PRI seguirá gobernando. Aún con todo lo que se ha criticado a ese partido, es increíble constatar cómo las posiciones de poder siguen ocupadas por personajes emanados de ese partido. (Y cuando no lo son, resultan francamente peores, como es el caso de los panistas). Esto revela dos cosas: por un lado, la fortaleza y el fuerte arraigo del PRI como maquinaria política con una estructura y cuadros bien consolidados en todos los estados; por el otro, la notable y preocupante incapacidad de la oposición -sobre todo de izquierda- para construir liderazgos fuertes. Explayarse sobre las causas de este último hecho amerita otro comentario. El caso es que el PRI se perfila como vencedor en el corto y mediano plazo, a menos de que la izquierda logre organizarse y aglutinar a todas las fuerzas progresistas del país. Aunque habrá quien diga que dichas fuerzas no son sino un resabio de los tiempos del echeverrismo. ¿Quién dijo que el dinosaurio se había extinguido?
F. Félix
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