Verde por aquí, verde por allá. Ahora todo es verde: el transporte, la ropa, la comida, los baños, las servilletas, las bolsas de la basura, el papel, las envolturas, las plumas, hasta el detergente es “verde”. De un tiempo a la fecha, la masiva difusión de los debates y de las problemáticas visibles respecto a la sustentabilidad y el medio ambiente ha provocado que lo verde tenga un gran auge. Ahora es una moda el querer volver sus productos “verdes” pues el concepto es bien visto por una parte importante de la población: actualmente nadie cuestiona la necesidad de que existan productos “amigables” con el ambiente.
El boom verde y la fiebre verde que nos invade hoy es producto, dicen algunos—en especial los ambientalistas—de una mayor concentización de las personas respecto al cambio climático y deterioro ambiental. Pero ¿en realidad el boom se debe a una mayor concientización? Creemos que no todo, si bien es cierto que las personas, en especial los jóvenes, estamos más concientes del problema ambiental que nos aqueja y que tendremos que enfrentar, cada vez con mayores dificultades, la mayoría de la población que se dice “consciente” lo ve más bien como algo bueno moralmente y no como algo de lo que este convencido. Hoy en día lo verde parece más una moda, una estrategia de marketing, una “cara bonita de los productos”, que realmente un cambio en la forma de hacer y producir los bienes que consumimos cotidianamente; incluso ya existe un concepto que ayuda a definir y categorizar a todos los productos con estas características (y, en general, a la moda del “verde en apariencia”): el “green washing”.
Es importante señalar que muchos de los productos que se dicen verdes en realidad son menos amigables con el ambiente que los que no son. Las servilletas “ecológicas”, por ejemplo, contaminan mucho más que las “normales” debido a que el proceso de reciclaje de papel gasta y contamina muchísima agua que no es reutilizada; a esto se le suma que las tintas que se ocupan para imprimir el logo de la empresa son altamente contaminantes y, por si fuera poco, los empaques de éstas son plásticos que rara vez se degradan en pocos años ni se pueden reducir, reusar o reciclar. Como éstos, hay muchos productos que sólo se hacen llamar “verdes” para estar dentro del nuevo mercado de personas conscientes. Además los productos de este tipo son más caros, porque el ser “amigable” con el ambiente tiende a ser, según los productores, caro.
Actualmente lo verde depende del cristal con que se mira, pues no existe una regulación clara ni instancias específicas, por parte del gobierno, para determinar cuáles deberían ser los criterios para certificar que uno u otro producto es “amigable” con el ambiente y en qué medida. Para evitar este tipo de engaños ecológicos, es importante que reflexionemos que tan “verde” puede ser el producto que estamos comprando; recordar que el medio ambiente es, por definición, un concepto sistémico, por lo que tenemos que considerar la mayor cantidad posible de repercusiones que los productos que consumamos puedan tener en los entornos naturales en los que los utilicemos. Con estas reflexiones no tendríamos que caer en la creciente costumbre de comprar productos que se dicen verdes y creer que con eso ya estamos cumpliendo con nuestra parte; nuestra responsabilidad va más allá—sin querer entrar en un discurso ambientalista— y lo que tenemos que hacer es sencillo: consumir lo mínimo indispensable y con el mayor grado de responsabilidad con todos los elementos del ambiente.
Los productos, que se dicen verdes pero en realidad no lo son, los llamados “green washing”, deben empezar a ser una preocupación para las autoridades, sobre todo las ambientales, pues eliman los incentivos para que se hagan productos realmente amigables con el ambiente, que tengan bajo impacto.
No caigamos en la moda verde, sopesemos nuestras decisiones y sobre todo tengamos presente que lo más importante no es pensar “verde” sino actuar de forma responsable con nuestro entorno, a cada quien le toca decidir que entiende por responsable.
[Sobre los autores: Fidel Mondragón, estudiante del cuarto semestre de la carrera de Política y Administración Pública en El Colegio de México; y Víctor Ortiz, estudiante del cuarto semestre de la carrera de Ciencia Política y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.]
2 Comentarios:
Me parece muy interesante el articulo y estoy de acuerdo en que actualmente las compañías simulan ser verdes para lograr mejores ventas. Por otro lado, como ustedes mencionan, esta muy mal que el gobierno de nuestro país no ponga regulaciones que ayuden al medio ambiente o regulen el mercado de productos verdes verificando que cumplan su propósito y no solo sean buena publicidad. Un ejemplo de la moda verde son los automóviles híbridos como el prius, los cuales son famosos por ser "verdes", pero realmente hacen mas daño al medio ambiente pues las baterías de iones de litio son muy dañinas para el planeta, especialmente para el agua, ya que pocos gramos de esta sustancia son capaces de contaminar muchos litros de agua, y si se agrega el hecho de que cada auto necesita varios cambios de baterías para lograr una vida útil similar a la de un vehículo de combustión interna normal, me pregunto qué tan verde son los híbridos, en realidad no mucho pero hay quienes creen que adquiriendo uno elimina sus penas ecologías. Buen artículo Fidel, no esperaba menos de ti, felicidades.
Camarada, me pareció muy atinado tu artículo. Toda esta moda de ser verde,tristemente es más una estrategia de marketing que apela a nuestra personalidad consumista que una verdadera concientización de que se debe hacer algo por el medio ambiente, comenzando, paradojicamente, por consumir menos.
Hay un caso muy interesante sobre greenwashing: el café de Chiapas y Starbucks.
http://vinculando.org/comerciojusto/mexico_chiapas/anexoi_starbucks_mexico.html
Saludos y felicidades!
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