Una simple llamada telefónica bastó para calmar los ánimos. Como en los viejos tiempos, Estados Unidos y Rusia recurrieron al otrora llamado “teléfono rojo”, que desde 1962 enlaza directamente la Casa Blanca con el Kremlin. Desde los tiempos de los Jruschov, los Kennedy, los Brezhnev, los Nixon, los Mikoyan o los Kissinger, este famoso medio de comunicación personal entre los líderes de ambas naciones tiene una historia propia y ha sido, incluso, motivo de sátira por cineastas como Kubrick (Dr. Strangelove, Or How I Learned To Stop Worrying And Love The Bomb). Una llamada rápida entre ambas capitales mundiales (y, claro está, entre los respectivos líderes) permitió, en muchos casos, evitar debacles enteras durante la Guerra Fría.
El pasado 26 de marzo, Barack Obama y Dmitri Medvedev, mediante una llamada telefónica, llegaron a buen término en cuanto a la reducción de los arsenales nucleares estadounidense y ruso. Este hecho tiene sus raíces en el programa START I, una iniciativa de Ronald Reagan propuesta en 1982 que, como objetivo primordial, se proponía reducir el arsenal nuclear de las dos superpotencias a un tope de 5000 misiles. Hoy, Estados Unidos posee 3,696 y Rusia 4,237; éste último número representa el arsenal ruso más la suma de transferencias que países como Kazajstán, Bielorrusia y Ucrania acordaron trasladar a Rusia tras la desintegración de la URSS.
Sin embargo, el programa START I expiró el 5 de diciembre de 2009. A pesar de ello, ambas partes decidieron seguir observando las condiciones del tratado hasta que se llegara a uno nuevo, que se ha estado renegociando desde mayo de ese año. Finalmente, se acordó que éste sería llamado “Medidas para Ampliar la Reducción y Limitación de Armas de Estrategia Ofensiva”, mismo que será firmado el próximo 9 de abril en Praga por ambos presidentes. Entre otras cosas, el tratado supone la reducción de 1/3 del arsenal nuclear para quedar en 1550 ojivas por país, lo que supone un primer paso hacia un “nuclear-free world” al que Obama apeló en su campaña presidencial hace dos años.
Aunque Obama ha estado enfocado desde hace varias semanas en su reforma sanitaria, en palabras de Sergei Rogov, director del Instituto de Estudios de Estados Unidos y Canadá en Moscú, “es impresionante la atención que [Obama] ha tenido en START, (…) incluso estando ocupado las 24 horas del día en la reforma de salud, tenía una 25va hora para START.” (New York Times, 26/03/2010). Al mismo tiempo, Hillary Clinton dejó entrever la posibilidad de que el Senado ratifique el tratado, pues únicamente se requieren 67 votos en el ala norte del Capitolio y el tema de seguridad nacional, según la Secretaria de Estado, está por encima de las divisiones políticas (The Jerusalem Post, 26/03/2010).
Queda claro que el arreglo entre los dos países con mayor arsenal nuclear en el mundo conviene más a Estados Unidos; especialmente, a la figura y popularidad de Obama. Luego de la presión que surgió por el inexplicable otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, en medio de una guerra que aún no termina en Irak —más la guerra sostenida en el Kandahar afgano— y en busca de recuperar su imagen y legitimarse tanto dentro como fuera de su país (más fuera que dentro, diría yo), al presidente estadounidense le urgía un pronto entendimiento con Moscú. Esperemos que sea un primer paso hacia el “nuclear-free world” que Obama anhelaba desde su campaña y que, de ese modo, empiece a actuar realmente como un Premio Nobel de la Paz.
[Sobre el autor: Rainer Matos estudia la licenciatura en Relaciones Internacional en El Colegio de México; también te puede interesar leer su columna sobre "Ucrania y el regionalismo imperante".]
0 Comentarios:
Publicar un comentario