Desde mi punto de vista, la historia de Europa de 1815 a 1848, conocida como la época de la Restauración, comprende dos sistemas simultáneos, complementarios y, en ciertos momentos, antagónicos; de las fricciones entre ambos sistemas surgieron las causas de la caída definitiva de algunas de las características más importantes del Antiguo Régimen. En una época en que se habla de integración europea, bien vale la pena mirar atrás para ver que desde mucho antes de la firma del Tratado de París en 1951, que creó el primer antecedente de la Unión, es decir, la CECA, los estadistas del continente ya buscaban principios y fundamentos de una política exterior común. A partir de 1815 se deseaba, básicamente, mantener el status quo monárquico mediante el concierto de las potencias vencedoras; ello implicaba un grado de cooperación elevado entre las cancillerías europeas, además de una flexibilización de lo que actualmente se ve como uno de los problemas principales de la continuación del proyecto europeo, es decir, los límites de la soberanía nacional.
El primero de esos sistemas se le podría llamar “Sistema de Congresos”, aplicado a la política exterior de los Estados europeos desde 1815 y hasta aproximadamente 1825 (desde el Congreso de Viena y hasta la muerte de Alejandro I, cuando ya se hizo patente la falta de consenso entre las potencias congresistas); el segundo podría catalogarse como el “Sistema Metternich”, que considero es más aplicable a los principios de la política interior hasta 1848. El fin del primero de los sistemas es causa del antagonismo entre la posición liberal de Gran Bretaña, la posición ambigua de Francia y la francamente conservadora de Prusia, Austria y Rusia (es decir, la destrucción del consenso de valores que sostienen al sistema); las causas de la desintegración del segundo son el liberalismo burgués y los nacionalismos.
A pesar de que ambos no son de ninguna manera exclusivos de un Estado, en el primero, el protagonismo del zar Alejandro fue evidente; mientras que en el segundo fue el Canciller Klemens von Metternich el defensor más vehemente. Para comenzar, el “Sistema de Congresos” fue iniciativa de los monarcas de la Quíntuple Alianza para dirimir las diferencias entre las naciones europeas en tiempos de paz; al principio el éxito fue relativo, pero pronto comenzaron las diferencias, que se pueden atribuir a la expansión del pensamiento liberal y a las divergencias ideológicas de los gobiernos de las potencias, es decir, a la formación de los bandos liberal y conservador.
Los reyes europeos y sus cancilleres (Federico Guillermo III, con von Hardenberg; Alejandro I, con el Conde de Capo d’Istria y Karl Nesselrode; el emperador Francisco I de Austria, con Klemens von Metternich; Castlereagh y el Duque de Wellington por parte de Gran Bretaña y el Duque de Richelieu en nombre de Luis XVIII) se reunieron en Aix-la-Chapelle en octubre de 1818 para discutir la situación de la Francia restaurada, invitada a unirse a la alianza; durante este primer congreso (antes de la formación de la Quíntuple Alianza) surgieron dos iniciativas del zar Alejandro, la primera sobre la creación de una fuerza multiestatal europea y la segunda sobre el intento de Reconquista de América; desde este primer intento se pueden observar las divergencias entre las monarquías, pues tanto Castlereagh como Metternich vetaron las propuestas del zar.
En el segundo congreso, llevado a cabo en Troppau en noviembre de 1820, las diferencias se hicieron cada vez más evidentes: Castlereagh no asistió y manifestó su disgusto acerca de la intromisión en los asuntos internos de Estado alguno, fuera éste España, el Piamonte o el Reino de las Dos Sicilias (con énfasis especial en este último caso, que fue el motivo principal del congreso). En la siguiente reunión, en Laybach (actual Liubliana), del 26 de enero al 12 de mayo de 1821, las diferencias crecieron debido al apoyo tripartita ruso-prusiano-austriaco al gobierno piamontés en contra de la revolución, con el disgusto total de los enviados británicos.
Sin embargo, fue hasta 1822 cuando se rompió definitivamente el sistema de Congresos, en el marco de la reunión en Verona. La situación era por demás delicada, pues las potencias se reunieron para discutir, principalmente, dos conflictos en Europa: la rebelión nacionalista griega y la revuelta liberal en España; pronto la situación española acaparó la atención. El zar propuso de nuevo la acción punitiva y ofreció sus ejércitos; Gran Bretaña se opuso (ahora bajo la dirección de Canning en la Foreign Office) y se retiró definitivamente de la alianza; Francia se resistió al paso de un ejército extranjero por su territorio, lo que causó el disgusto del zar.
De este modo, las diferencias políticas entre Gran Bretaña y (en menor medida) Francia y Rusia, Austria y Prusia fueron una de las causas del fracaso del primer intento de integración política europea (al menos en lo referente a la coordinación de la política exterior). A los ingleses les disgustaba la intervención en la política interna y la falta de libertades económicas en las Cortes del Este; a los austriacos y rusos les molestaba la moral inglesa, su falta de disposición a la intervención y la preferencia por valores liberal-burgueses en vez de valores monárquicos.
Ahora intentaré analizar el “Sistema Metternich”, cuya desintegración está también relacionada con la caída del sistema de Congresos. La ruptura de la alianza europea (aunque siguió funcionando la Santa Alianza, visiblemente hasta poco antes de la guerra de Crimea en 1856, cuando Austria decidió no apoyar a Rusia en la guerra contra el Imperio Otomano, Gran Bretaña y Francia) tuvo como consecuencia la individualización relativa de las acciones de cada uno de los Estados participantes; ningún gobierno podía contar, de manera certera, con la intervención de su aliado en caso de una revuelta (de cualquier tipo); los nacionalismos se extendieron como pólvora en toda Europa como consecuencia de las Guerras Napoleónicas, al igual que el liberalismo; el Sistema Metternich (que consistía en centralización del gobierno, homogeneización cultural, represión, reforzamiento de la alianza entre altar y trono, vigilancia de los grupos nacionales y la posibilidad de intervención extranjera en caso de revueltas) no pudo contener ambos impulsos; el miedo a que un ejército invasor terminara con las revueltas (burguesas y nacionalistas) se disipó, y los diferentes grupos nacionalistas hicieron su aparición en la escena europea.
De esta forma, de 1815 a 1822, la
"federación de monarcas" tuvo la certeza de estar protegida al interior, lo que inhibía a los grupos subversivos en el Imperio Austriaco, Francia y Prusia; sin embargo, de 1822 a 1848 el miedo al exterior disminuyó considerablemente y los nacionalismos fermentaron hasta la llegada de la Revolución que erosionó el Imperio Austriaco (aunque también grupos liberales amenazaron al Reino de Francia, el Imperio Ruso y el Reino de Prusia, así como a varias naciones más) . El fin del Antiguo Régimen, desde mi punto de vista es el resultado de la implosión de las naciones tanto al interior como al exterior; en el primer caso como el rompimiento de la frágil unidad europea y en el segundo, la implosión de un sistema de política interna que no tomó en cuenta el cambio en las estructuras de poder dentro de sus fronteras. La Realpolitik que Bismarck instauró como base de la política europea, a partir de 1850, acentuó esta tendencia y haría esperar el proyecto de una política exterior común al menos cien años.
[Sobre el que escribe: César Martínez estudia Relaciones Internacionales en El Colegio de México.]
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