Como sabemos, todas las representaciones internacionales de Honduras se han mantenido y siguen hasta el día de hoy fieles al gobierno constitucional que las designó y al que representan. En la teoría, las burocracias exteriores representan a los Estados y nada más, es por eso que es el Jefe de Estado el que maneja o incide sobre la política exterior de las naciones. Naturalmente, los Estados no tienen ideologías políticas y quienes los representan tampoco, es producto de la neutralidad de la diplomacia como oficio de negociación y mantenimiento de las condiciones mundiales de paz. Por lo tanto, la diplomacia de una nación representa sólo los intereses de su país, sin que estos tengan que ver nunca —o casi nunca— con idearios políticos, sino más bien con un a veces muy bien camuflado orden internacional.
El golpe de Estado en Honduras hizo que las representaciones de ese país en el mundo se mantuvieran leales al gobierno que los designó, porque es el legítimo representante de la nación hondureña. Sin duda el golpe de Estado fue producto de una polarización política y de la formación de bandos políticos contrarios, uno representado por el gobierno de Zelaya y otro por los opositores a este.
La precipitación del dinamismo político que significa lanzar un golpe de Estado en contra de un gobierno, lleva a que más que lanzarse contra una opción política, quienes hacen el golpe de Estado, atenten directamente contra el mismo Estado y su representación. Así, la burocracia internacional de Honduras que en situación normal no tendría por qué haber tomado partido en esa pugna política entre Zelaya y opositores, se vio obligada a apoyar a Zelaya en tanto depositario de la legitimidad constitucional del Estado y de esa manera, apoyar implícitamente a su opción política.
Dudo que los golpistas tuvieran algún conocimiento de las relaciones internacionales ya que, si esto hubiera sido, bien podrían haber pensado con detenimiento que era necesario para la cristalización de un golpe de Estado tener cuando menos la mitad de la burocracia gubernamental de su lado; esto implica forzosamente, tener de su lado a una parte del servicio exterior, es decir, tener quienes se pudieran arrogar el derecho de representarlos ante otras naciones y de defender sus causas.
Finalizo señalando que una vez dado el golpe, es imposible poder hacerse de apoyo en el servicio exterior, simplemente porque es imposible hacer creer a las burocracias —aunque tengan vida propia— que el orden constitucional puede cambiar nada más por ordenamiento expreso. Quiero decir que dado el golpe y roto el orden constitucionalmente establecido, es imposible para el gobierno de Michelleti, cambiar el modelo de funcionamiento de una maquinaria tan perfecta como la burocracia.
Esto, por supuesto, se deriva de la conclusión común de que si muy aparte de la ruptura de la democracia, que sólo es un ordenamiento político, se rompe también el orden constitucional, entonces se rompe cualquier relacionamiento posible con la burocracia que puede en cierta manera garantizar el éxito de un gobierno de hecho. No digo que el rompimiento con las burocracias sea siempre amenazador, sino que penderá como espada de Damocles mientras el grupo que busque llegar al poder rompa de tajo la constitucionalidad. El orden constitucional no es nada más la manera de funcionar que tienen las burocracias, sino es la única que conocen.
Vuelvo para concluir, a la experiencia española de 1936. El golpe de Estado que dio origen a la Guerra Civil Española estuvo sustentado en la defensa de la constitucionalidad, como único sistema de funcionamiento conocido por el Ejército, una burocracia en última instancia. El golpe de Estado del 28 de junio en Honduras no puede —y espero que el mal tino de los politólogos al predecir no limite este juicio— ni funcionará porque al romper el ordenamiento constitucional, rompieron con toda posibilidad de que la burocracia interna o externa los apoye, porque en los sistemas democráticos, el orden constitucional más que una costumbre y regla de funcionamiento se convierte en dogma cuando se verifica que es la manera menos accidentada de alcanzar conquistas sociales, económicas y políticas para la patria.
Jaime Colorado.
México.
Agosto, 2009.