Tradicionalmente, la política exterior mexicana estaba basada en los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, así como no usar el reconocimiento a otros gobiernos como arma política, las cuales se encuentran en la Doctrina Carranza y en la Doctrina Estrada. Con base en estos fundamentos, y recordando su historia decimonónica, el gobierno mexicano adoptó, después de la Segunda Guerra Mundial, una posición “pasiva y legalista” para evitar conflictos con otros países, especialmente con Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno de Luis Echeverría impulsó una política exterior más activa porque la coyuntura había cambiado. El desarrollo de su política tercermundista se debió a alteraciones en el orden internacional; crisis en el funcionamiento del modelo económico y, finalmente, problemas en la política interna.
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Diana Ortiz, "La política tercermundista de Luis Echeverría", Sexto número de Ágora.
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